Triunfo de Bortolameolli

La contratación de artistas extranjeros para nuestras temporadas de conciertos y ópera es preciso concretarla con mucha anticipación, por lo que la suspensión de su venida en fechas cercanas a la actuación suele provocar fuertes dolores de cabeza en sus organizadores. A veces, la situación generada es un verdadero caos.

Hace unos días, en la Temporada Internacional de la Fundación Beethoven debía actuar el conjunto italiano Cameristi della Scala (miembros de la orquesta del gran teatro milanés), pero su gira sudamericana se canceló. Había que buscar el reemplazo y -gran idea sin caos- se convocó a Paolo Bortolameolli, el director chileno del momento, cuyo meteórico avance lo ha llevado a ocupar el puesto de Director Asociado de la Orquesta Filarmónica de Los Angeles, EE.UU.

La orquesta que él enfrentó fue el Solístico de Santiago, que ha crecido a las dimensiones suficientes (cuarenta músicos) para abordar a Shostakovich y Beethoven. Del primero se interpretó el Concierto N° 1 para violoncello, con la participación solista de Elisa Sádaba, española radicada en nuestro país, que en este debut a lo grande en Chile, de ribetes absolutamente arrasadores, dejó en claro ser una artista a quien la gran fama la espera a la vuelta de la esquina, dejando obviamente la necesidad de volver a escucharla en las más célebres obras para su instrumento.

Las virtudes que Sádaba desplegó fueron múltiples: un bellísimo sonido, como pocas veces se ha escuchado; una destreza virtuosística ejemplar, impresionante desde el primer compás, y una expresividad extrema, que inundó de honda musicalidad el desnudo tercer movimiento.

El Solístico de Santiago acompañó de maravillas, respondiendo con entera exactitud las exigentes de Bortolamelli. Tras el intermedio, este encumbrado director entregó una versión de la Sinfonía N° 3, ‘Heroica’, a la que sólo le cabe la suma de calificativos como vigorosa, brillante, electrizante e hipervitaminizada.

Con un dominio pleno de la partitura y del resultado que quería entregar de su conducción, Bortolameolli impactó a la audiencia en todo el desarrollo de la extensa obra. Primero, sumergiéndose con gran fuerza en la sobriedad beethoveniana inicial; luego -vaya paradoja- infundiendo intensa vitalidad a la Marcha Fúnebre, para abrir alas enormes de vigorosa ligereza en los ágiles movimientos finales.

Este inesperado golpe artístico dado por Paolo Borlotameolli y compañía en la Temporada de la Fundación Beethoven trajo el punto más alto de lo que va recorrido del ciclo en 2019 y confirmó que el joven director ya ha llegado a la cima. Bravo.