Natalie Clein y Sergio Tiempo:

Dúo con «ángel»

 

Jaime Donoso A.

Muy bienvenido ha sido el regreso a nuestro país de la chelista Natalie Clein y el pianista Sergio Tiempo. Años atrás demostraron su enorme calidad y lo corroboraron con creces en el recital que ofrecieron el martes en el Teatro Municipal de Las Condes, en el marco de la Temporada Internacional Fernando Rosas de la Fundación Beethoven.

Digno de alabanza fue el refrescante repertorio escogido. De las cuatro obras escuchadas, ninguna era obvia. Todas eran obras maestras conocidas, pero no demasiado difundidas en nuestro medio.

El programa se inició con la Sonata para chelo y piano, en Re Menor, compuesta en 1915 como parte de un proyecto de seis obras de cámara que Debussy no alcanzó a realizar completo dada su muerte, en 1918. Aunque el Re Menor juegue algún rol estructural, el discurso no está determinado por relaciones tonales evidentes. Al contrario, el lenguaje elusivo de la obra se aleja de esas relaciones y de toda connotación «impresionista», para dar lugar a la más pura abstracción. La entrega de Natalie Clein, desde la primera nota, fue portentosa, y el aporte de Tiempo, fino y enérgico, contribuyó a la excelencia de la versión.

El mismo año, el húngaro Zoltan Kodaly compuso su Sonata para chelo solo, obra monolítica y monumental, referente para toda la escritura chelística posterior. En sus tres movimientos despliega una poética original, con algunas influencias de Bartók y Debussy y coloreada con elementos de la música folclórica magyar. La soberbia versión de Clein dejó sin aliento y los más de 30 minutos que dura la obra transcurrieron sin que el interés jamás decayera.

Cuando fue el turno del piano solo, Tiempo ejecutó cuatro números del ballet «Romeo y Julieta» de Prokofiev, en la versión para piano (1937) del propio compositor. Música bellísima, contrasta momentos de sublime lirismo con pasajes motóricos, exabruptos y sarcasmos, que en manos del notable pianista hicieron que los personajes shakesperianos cobraran intensa vida.

Para el final, la Sonata para chelo y piano de Serguei Rachmaninov (1901). Como extraordinario pianista, el autor confiere al instrumento un rol de extremo virtuosismo que contribuye al paroxismo romántico que caracteriza a la obra. La versión fue un triunfo.

Como encore, nuestros artistas interpretaron una emocionante versión de una «Canción judía» de Ernst Bloch.

Natalie Clein y Sergio Tiempo, además de ser eximios músicos, exhiben sobre el escenario un aura, «ángel» o «duende» y una complicidad que transmite a los auditores el goce de la música.